Estoy un poco desaparecida del blog, no me fui de viaje (el Himalaya puede esperar), ni ando haciendo turismo médico (por suerte, luego de un pronóstico dudoso, los análisis cantaron a mi favor y logre el alta médica). Lo que ocurre es que sigo con los arreglos de la casa, y esta tarea, me ha alejado de mis ratos de ocio.
Terminado el tema techos y subsanados los inconvenientes surgidos de la perforación del caño, le toco el turno al colocador de cerámica, algo así como el Miguel Angel de las baldosas. Descendido desde el altiplano boliviano, hacia las tierras bajas del sur, este digno hijo de la Pacha-mama, posee el don de transformar el simple oficio de ceramista, en un arte donde se conjugan la geometría sagrada y el calculo matemático.
Me puse muy feliz, cuando por fin, luego de varios intentos fallidos de contar con su presencia, pudo encontrar un lugarcito en su ajustada agenda, para presupuestar y organizar el trabajo de la mejor manera posible, ya que esta tarea se complica cuando se realiza en una casa habitada.
Comienza la odisea:
No solo había que ir desocupando los ambientes sino que también retirar una gastada alfombra que nos había mantenido a resguardo del frío cemento. Me la imagine muy fácil ya que contaba con la ayuda de mi familia, pero por esas casualidades que pasan, todos tenían actividades mas importantes que ayudarme. Hice tripa corazón y le metí para adelante, desarme camas, escritorios y aproveche la volada para ir tirando lo que a mi parecer era “juntadero de porquerías” y que luego desato un drama, tipo culebrón venezolano, por parte de las defensoras del : “ordenaré todo la semana que viene”, o sea mis chancletas.
Apile y amontone muebles en ambientes que parecían reventar por la presión, pero el colocador era rápido y había que moverse a su ritmo, y al de la cumbia boliviana que sonaba gangosa y estridente desde un viejo celular, de aquí para allá corriendo y deslizando sin prestar atención a un cuerpo que rogaba por un mullido colchón. Desarmaba un día y armaba al siguiente para poder avanzar lo mas rapido posible, así fue por una semana. Cuando por fin la etapa fue terminada, me deje caer sobre un sillón y tome conciencia del significado de la palabra dolor en su máxima y mas pura expresión: Hayyyyyyyy!!!!