La
Joya programó mi celular para que yo pudiese recibir los mails y así, según él,
poder hacer un seguimiento sin necesidad de estar frente a la compu. A la pucha!!
yo no tenía ni idea de que mi celu podía hacer esas cosas; anda saber todo lo
que el aparatito puede hacer y yo sin saberlo.
El domingo
a la noche estábamos disfrutando de este febrero afiebrado, en el patio,
buscando alguna brisa perdida en el aire, cuando mi celu me avisa con un
discreto “pling” que había entrado un nuevo mail, como soy un poco “abusiva”
con los news letters, suelo recibir bastante basura electrónica, es un
movimiento casi automático: entrar-leer-tirar.
El
contacto informaba de un nombre desconocido para mi, pero igual lo chusmee para
ver quien era. Sorpresa!: una compañera de 5° año que encontró mi mail googleando, para
comentarme que van a festejar el 30° aniversario de nuestro egreso, que están
rastreando a todos para hacer una fiesta como Dios manda, y que este primer
contacto fuera el primero de muchos. Note como mi pobre corazón daba brincos de
alegría.
No he
tenido la posibilidad de cruzarme con un ex compañero, ya que mi paso por el
secundario (y primario) fue bastante atípico, por cuestiones laborables de mi
padre, jamás pude plantarme en la tierra y poder disfrutar de un entorno que se
pusiera amarillento de viejo, al contrario, fueron muchos traslados, con todo lo que esos cambios implican: cambio de ciudad, de casa,
de amigos, de escuela; tuve que desarrollar la habilidad de adaptarme a las
costumbres de cada lugar para ser aceptada como una mas, en el menor tiempo
posible, pero generalmente cuando eso ocurría, ya comenzábamos otra mudanza,
dejando atrás los nuevos afectos y llevándome la tonada típica de la provincia, incorporada.
Mi paso por el secundario fue bastante dramático, hice de 1° año
a 4° en Mendoza, y me quedó un 5° solitario y perdido en Resistencia (Chaco), suena fulero? Yo tenía, en ese entonces, 16 años, debía abandonar todo, y empezar, nuevamente, de cero. No voy a entrar en detalles de las escenas vividas,
es fácil imaginar.
Pero
volviendo al mail, me obligó a hurguetear en los cajones de mi memoria y como
por arte de magia, los recuerdos fueron ganando nitidez, y ahí estaba yo, la
recién llegada con guardapolvo abrochado atrás, medias ¾ azules, zapatitos
negros y la misma cara de pánico que ya tantas veces había experimentado. El
“bicho raro era yo”, así que la timidez del primer día me obligó a sentarme en
el primer banco, para no ver las miradas curiosas y el típico: “y esta de donde
salió?”. Después el tiempo ayudó a que todo, simplemente, “fluyera”. Con el paso de la primera semana de clases, resulte no ser la única, recuerdo que llegó Ileana de Tucumán y Roberto? de Paraguay.
Fue
uno de los cambios mas difíciles que tuve que superar, venia de una ciudad muy
grande, progresista y ahora estaba en una pequeña, a enormes distancias de
cualquier lugar conocido por mi, con una idiosincrasia muy particular, en plena adolescencia y a punto de comenzar 5°año.
Pipi (la
del mail) se acordó de mi, y eso me pone muy feliz. No creo tener la voluntad
para asistir al agasajo, me siento extraña, ajena y lejana con todos ellos, compartí
un solo año de sus vidas y eso, mirando hacia atrás, equivale a muy poco.